La luz artificial nos aporta muchos beneficios, como la sensación de seguridad en las calles, pero sus inconvenientes son mayores, tanto en cantidad como en relevancia.

Hablamos de un daño en los ecosistemas. Tortugas que se desorientan por la luz artificial y terminan en la arena o carretera, atropelladas o devoradas por depredadores, en lugar del mar. Mariposas nocturnas (polillas) que distraídas por esta misma luz finalizan su ciclo de vida antes de cumplir todas las etapas, como reproducirse, disminuyendo así su población, significando esto una reducción en la producción de cultivos, es decir, menos frutos y semillas (lo que se traduce en pérdidas económicas, si no interesan las ecológicas).

También afecta de forma negativa modificando nuestros ritmos circadianos (eso de dormir cuando es de noche y despertar cuando se hace de día), un desajuste en este aspecto puede causar trastornos mentales y problemas hormonales, entre otros.

Además, la luz artificial nos impide observar las estrellas. Parece una tontería pero un 83% de las personas no puede verlas, a menos que se desplace a más de una hora en coche, en algunos casos mucho más tiempo. Esto va contra nuestra naturaleza puesto que desde la antigüedad hemos aprendido de la observación de los astros, un ejemplo es el de Egipto: donde las pirámides Keops, Kefren y Micerino están alineadas con el cinturón de Orión.

Además de esto, hay otros dos inconvenientes relacionados con la contaminación lumínica: las emisiones de gases de efecto invernadero, que se generan al producir toda esta electricidad y que contribuyen al cambio climático, y el excedente de costes económicos que nos supone ese alumbrado excesivo e innecesario.

Una auditoría energética realizada por una empresa profesional sirve para realizar un retrato del estado actual energético del municipio y, a partir de aquí, aplicar las medidas específicas que sean necesarias en cada caso concreto, como pueden ser: cambiar a una compañía comercializadora con Garantía de Origen, que significa que la energía se produce mediante renovables y no emite CO2 (gases de efecto invernadero); revisar contratos, potencias, consumos, etc. y ajustarlos a las necesidades reales; sustituir tecnologías de luminarias obsoletas, halógenas, por leds; reemplazar luminarias actuales por otros apantallados para que la luz apunte al suelo y no al cielo oa los lados, o bien instalar sensores de movimiento y temporizadores para ahorrar electricidad.

Esto no es ninguna novedad, numerosas ciudades ya han realizado su auditoría energética. Sin duda, medidas muy asequibles que pueden aplicarse después de un buen diagnóstico y que pueden traducirse en un ahorro económico considerable.